Elektra Asesina
es una mini serie de ocho episodios de Marvel publicada en 1987, creada por
Frank Miller (guión) y Bill Sienkiewicz (dibujo). Elektra apareció en el
universo Marvel de la mano del propio Miller, que la creó cuando trabajaba en
Daredevil. Y en ningún otro cómic ha alcanzado la gloria como personaje que
consigue aquí.
La historia recrea en cierto modo las elecciones de
1984, en las que un envejecido Ronald Reagan defendía la presidencia. Detrás de
la intriga política que plantea la trama encontramos el verdadero tema de Elektra Asesina: la guerra generacional.
El enfrentamiento entre la decrepitud republicana y la juventud liberal y
demócrata. Y también el choque entre la tradición del cómic americano y la
fuerza arrolladora de autores innovadores. La vejez, decrépita en efecto, y la
juventud depositaria del mal (el villano es el joven candidato demócrata) se
anulan la una a la otra. Así pues, la tesis de los autores aquí es que no son
las generaciones ni las personas el problema: el enemigo es el sistema
(político y del cómic), al que hay que combatir sin cuartel.
El triunfo de Elektra es la revolución, impulsada
también por otras obras como El Regreso del Caballero Oscuro del propio Miller o el archiconocido Watchmen de Alan Moore. ¿Y qué es lo que
cambia a partir de entonces? Primero que nada a nivel culturar es el inicio del “fenómeno freak”, tras el estreno en los años 70
de Star Wars, Indiana Jones, etc. Esta nueva coyuntura aumentó la demanda y
permitió a los fabricantes de cómic pasar de la distribución en quioscos a las
librerías especializadas. También propició un cambio en los formatos. Se pudo
aumentar la calidad del papel y el dibujo porque era posible vender más caro.
Los cómics se convierten en un objeto valioso, no un tebeo de leer y tirar.
El mayor avance sin duda se encuentra en los propios
autores y la forma de trabajar. El cómic antes de este punto crítico funcionaba
como una cadena de montaje que implicaba a un gran número de personas (tanto
escritores como dibujantes). Los dúos hasta entonces eran poco habituales, pero
acabarían convirtiéndose en el ideal a seguir. Esto es algo que el manga japonés
llevaba haciendo mucho más tiempo y que espero que algún día tomen nota las
series de televisión si quieren dar el salto al siguiente nivel: un solo autor
(o un grupo muy reducido) con todo el control de la obra tiene muchas más
probabilidades de conseguir un producto de alta calidad que un equipo que
trabaja en relevo. Este poder les permite explotar sus ideas, romper con lo
ortodoxo. Así el cómic trasciende, eleva sus pretensiones artísticas y nace el
término novela gráfica. Algo sin duda polémico sobre lo que hablaré en un
futuro no muy lejano.
¿Y qué hace especial a Elektra Asesina en comparación con las otras dos obras citadas? La
respuesta es: Bill Sienkiewicz. Llega a extremos donde Gibbons (dibujante de Watchmen) y Miller (que escribió y dibujó
El Regreso del Caballero Oscuro) no
se atrevieron. Desde su entrada en la industria brillo por su virtuosismo y sus
recursos técnicos. Elektra es su Capilla Sixtina, aquí su ruptura con las
formas visuales tradicionales del comic es total, hasta el punto en que la
mayoría de paneles parecen pequeños cuadros con elementos que van desde el
romanticismo más clásico, pasando por el expresionismo hasta llegar al pop art
más descarado. Este arte tan caótico genera una estructura narrativa más
compleja que otros trabajos de Miller en solitario. Sin duda el estilo de su
compañero le influyó a la hora de planear la narración. Y es precisamente la
unión de sus dos talentos lo que convierte a Elektra Asesina en una obra maestra.
Próximamente: 1984. Universos distópicos y denuncia social en la literatura.
No hay comentarios:
Publicar un comentario