sábado, 22 de junio de 2013

Verano. Auto-ficción y Post-novela.

Verano. Auto-ficción y Post-novela.

John Maxwell Coetzee es un escritor que sirve inspiración para aquellos de nosotros que aspiramos a publicar en inglés a pesar de no tener un origen anglosajón. Nacido en sudafrica, con ascendencia neerlandesa y nacionalizado australiano cuenta con dos premios Booker (los más prestigiosos en literatura en lengua inglesa) y un premio Nobel de Literatura. Y es que cualquiera de sus libros es un manual de dominio del lenguaje de las técnicas narrativas. Su trabajo también es un reflejo de sus inquietudes respecto a la lucha por la igualdad social. Gran parte de su obra se centra en el apartheid y en las consecuencias que tuvo y sigue teniendo en el tejido social de Sudáfrica.
En mi opinión la novela que mejor representa el encaje de estos dos elementos de su perfil (talento e inquietud social) es Desgracia (1999). Sin embargo, como autor hoy me interesa más hablar de Verano, uno de sus trabajos más recientes (2009). Se enmarca dentro de una trilogía de memorias ficticias o noveladas. En Verano (que abarca gran parte de su vida adulta) crea un juego de espejos que le permite narrar su propia historia (ficcionalizada) con las voces de otros. Adopta la perspectiva de un periodista que decide investigar a J.M. Coetzee y para ello se entrevista con diferentes personas que tuvieron un papel importante en su vida.
Lo primero que me llamó la atención fue el recurso de la auto-ficción. El término os sonará si leísteis la entrada en la que presenté un cuento propio titulado Visto para sentencia que utiliza el mismo recurso (http://es.scribd.com/doc/133573158/Visto-Para-Sentencia). En aquel momento no expliqué su significado, pero creo que se puede deducir que se refiere a cuándo el autor convierte en ficción su propia experiencia. La gracia del género consiste en despojarse de las máscaras que utiliza el escritor para narrar su visión del mundo y hacerlo de forma honesta, a través de su propia carne, sin disfraces ni personajes. Su mayor hándicap consiste en hacer un número de equilibrismo que te permita mantenerte sobre la línea que separa el ensayo o la tesis de la ficción. El truco para esto último está en no olvidar que uno no le está contando la historia a un amigo mientras se toma un café, sino que está construyendo personajes y narrativa como lo haría en cualquier otro relato.
En Visto para sentencia me voy mucho hacia el extremo de la ficción y en ocasiones pierdo el equilibrio y deja de ser auto-ficción para convertirse simplemente en cuento. A Coetzee en Verano no le pasa. Él se mantiene muy fiel a su propia biografía, el ejercicio de fabulación se encuentra más en la forma y el estilo que en la propia historia que narra. Esto nos lleva el término post-novela que describe el tipo de artefacto literario que es Verano. Se enmarca dentro de la literatura expandida, es una de las soluciones al estancamiento de este medio artístico. Así como la novela gráfica y la teleserie rompen completamente el molde del libro, la post-novela mantiene el formato físico y el cambio es puramente conceptual. La innovación y la ruptura las encontramos aquí en la trascendencia del género: las entrevistas hechas por un periodista de repente se convierten en un relato unitario con un discurso novelado, pero sin la estructura clásica de introducción-nudo-desenlace. Verano no tiene presentación del conflicto, ni tensión ascendente, mucho menos resolución. Es de esas “novelas” que simplemente termina.
Esta clase de giro manierista es el que quiero imprimir en otro proyecto en el que trabajo actualmente con un amigo. La historia gira en torno a una auditoria de recursos humanos echa por una consultora a una pequeña empresa del ocio de Barcelona. Sin embargo la intención es hacer una radiografía completa a partir de la información de los consultores y hacerla encajar a modo de novela. ¿Todo un reto, verdad?

Próximamente: Salvatierra. El minimalismo literario. La importancia de escoger a consciencia cada palabra y de concentrar el espacio al máximo posible se hace patente en esta novela que es a la vez pequeña y muy grande.

jueves, 13 de junio de 2013

El Caballero Oscuro. Las múltiples caras del "supergénero".

Las historias de superhéroes nos atraparon desde niños y aun con el paso de los años nos siguen cautivando (en la mayoría de los casos). Por eso los productores de cine, televisión y cómics explotan esta gallina de los huevos de oro hasta el límite. Si bien el género que engloba a todas estas historias es el mismo, su presentación y enfoque varía enormemente según el medio de expresión y las intenciones del autor. En esta entrada voy a tomar cuatro referentes.

Empecemos por la película Los Vengadores (o Iron Man y los Vengadores como yo prefiero llamarla, porque es quién absorbe toda la atención). Aquí tenemos la estrategia de marketing visual clásica de Marvel: apelar al centro de la heroicidad, mostrar a los personajes haciendo aquellas cosas que se esperan de ellos. Y sin adornarlo con excesivas florituras dramáticas. Hulk aplasta, Thor lanza rayos, Tony Stark hace chistes y el Capitán América dirige, no hay más. Su gran éxito no se debe sólo al poder de atracción de la franquicia (otras películas de Marvel se han hundido), sino a que supieron hacer un producto entretenido, sin pretensiones pero sólido.

El siguiente caso es Héroes, la serie de televisión que tanto nos prometió con su primera temporada y que se hundió cual Titanic de forma triste e inexplicable. Héroes no era una gran ruptura dentro del género, de hecho era bastante canónico. Rescató elementos de las novelas gráficas de finales de siglo XX, como la ruptura social entre humanos y sobrehumanos y la imposibilidad de ambas esferas de entenderse. Recalco lo de finales de siglo XX, porque los héroes de Héroes eran post-modernos. Todas sus novedades eran respuestas adaptativas al contexto televisivo: personajes como Superman son inverosímiles en las teleseries del nuevo siglo, las máscaras serían ridículas. Héroes es un culebrón de superhéroes. Y los protagonistas son como los de los culebrones: se enfrentan a los acontecimientos sin máscaras ni trajes. Héroes apeló a la emotividad, al conflicto sociológico y al drama familiar: el meollo de la historia es el conflicto generacional. Los padres, que dependen de sus hijos para la supervivencia de su legado, pero que se niegan a entregarlo por no considerarles preparados, demasiado inmaduros.

Cambiamos de medio y nos vamos a los videojuegos. Aquí los referentes son Batman: Arkham Assylum, Batman: Arkham City y D.C. Universe Online (los tres pertenecientes a sub-géneros distintos). En un videojuego el foco cambia, aquí lo más importante es la estética y la atmosfera. La recreación de un universo que debe ser tan táctil y absorbente como sea posible (las ventas dependen de ello). El objetivo es hacer que el consumidor del supergénero llene al héroe consigo mismo, que lo cree (esto es especialmente cierto en DCUO). Es una dinámica completamente distinta en la que lo que cuenta es generar una cáscara vacía a la que den sentido los propios jugadores.

Y por último el Batman de Nolan, que inspiró esta entrada. Aquí el Director y Guionista hace un esfuerzo por recupera la línea de las novelas gráficas de Frank Miller. La psique del héroe y su origen se convierten en el centro de la historia. Esto es más patente en Batman Begins, la pimera película y la que con el paso de los años, en mi opinión, se va convirtiendo en la mejor de la trilogía, pues es la que más resiste al revisionado (la prueba del algodón de cualquier obra). Y está precisamente inspirada en la serie Año Uno. Un cómic postmoderno y que, al igual que muchos de la época, se centra en la ruptura entre el héroe y el mundo que intenta proteger/salvar, en su soledad y en la escisión de su personalidad y las secuelas que ello comporta. Por tanto las películas de Nolan explotan un arma de doble filo como es el discurso psicológico y moral de las historias de superhéroes. Doble filo porque por un lado da ese toque adulto de las novelas gráficas que tanto éxito tuvo en su momento, pero por otro lado es la perspectiva más alejada del estilo Vengadores, desdibuja al personaje, lo aleja del espectador tanto como lo aleja de la sociedad ficticia dónde lo implanta: lo convierte en el extraño, el alien, el matón al que recurren pidiendo ayuda pero al que nunca entenderán.

Próximamente: Verano. Auto-ficción y Post-novela. Reflexiones sobre la obra del Nobel en Literatura, J.M. Coetzee, su impacto e influencia en la literatura de finales de siglo.

miércoles, 5 de junio de 2013

Death Note (2). ¿Obra maestra o gran acierto comercial?


En Bakuman, otro de Oba y Obata, vemos varios guiños respecto a su objetivo cuando creaban Death Note. Y es que la pretensión comercial de la obra no se puede negar, pero tampoco su calidad artística. En ningún medio de expresión abundan las piezas que reúnan ambas cualidades. ¿Por qué se convierte este manga en una de las excepciones?
En cuanto al éxito comercial la explicación es sencilla. Oba (el escritor) utilizó los clichés y temas más habituales de las series shonen: la lucha entre el bien y el mal, la amistad, la amistad, el amor, la justicia, etc. Y les dio un giro macabro que sorprendió al lector. La lucha entre el bien y el mal está distorsionada e invertida: tenemos a un protagonista que encaja en el papel de villano y un antagonista que es un detective clásico, un perfecto antihéroe. La amistad y el amor aparecen, pero de forma unilateral, desengañada. Misa se enamora de Light, L llega a considerarle un amigo, pero él les rechaza a ambos, se limita a fingir. Se trata el tema de la justicia centrando el debate en una pregunta retorcida: ¿Qué es tolerable hacer en nombre de la justicia? ¿Hasta dónde está uno dispuesto a llegar? Personalmente como lector y escritor este es el tema que más me atrae de Death Note.
Y las razones por las que se afirma que es una obra maestra están relacionadas. Se considera que cuando un género empieza a agotar las formulas habituales es que está estancado. El autor que se atreve a ir más allá de las convenciones toma la delantera de sus colegas y si tiene éxito le llamamos "genio". Donde otros intentaron lo mismo y fallaron, Oba y Obata triunfaron y fueron capaces de crear un manga mainstream con un estilo innovador y una narrativa inusualmente pulida en este género.
Sin embargo no todo son rosas y luces de colores en esta obra. Muchas de las críticas recibidas se deben a que Death Note en ocasiones va demasiado lejos al retorcer las normas del género policial. El antagonista, L, es un detective que muchas veces rompe el canon al hacer deducciones que no siguen un esquema racional. Se podría justificar que el componente sobrenatural de la historia lo demanda. Pero precisamente esta fricción entre el género policial y el sobrenatural es uno de los puntos que Oba podría haber pulido más. El otro gran pero está en su final. Desde el principio se genera un duelo entre el protagonista y su antagonista y se construye toda la tensión dramática alrededor de ambos. Y al final, para resolver el conflicto el autor utiliza el recurso de sustituir una de las dos piezas por otra diferente: jaque mate y para casa. A eso se le llama Deus ex machina, o dicho más clara y ampliamente: mala escritura.

Próximamente: El Caballero Oscuro. Las múltiples caras del "supergénero". Partiendo de la trilogía de Nolan hablaré sobre las diferentes perspectivas de las que se puede partir al narrar una historia de superhéroes.