Con la soga al
cuello es un libro de cuentos firmado por Flavia Company
basado en una premisa curiosa: todas sus historias se componen de lo que
podrían haber sido anécdotas de la vida cotidiana. Salvo que aquí acaban por
llegar al extremo, convirtiéndose en situaciones en las que la decisión tomada
supone una bifurcación en el rumbo de la vida del protagonista. Como quien
tiene la soga en la mano, más bien. He tenido la suerte de que la autora me
diera clases (de cuento, precisamente) y de ahí surge la idea de aprovechar
algunos conceptos que he trabajado los últimos meses y relacionarlos con su
libro.
Hay una diferencia fundamental entre el cuento y la
novela en cuanto al efecto que producen en el lector y la forma en que lo
consiguen. Una novela cuenta con una extensión que nos permite a los autores
hacer uso de todo tipo de trampas (entiéndase bien el término) y recursos para
tocar el alma del lector. El cuento, en cambio, se parece más a una partida en
la que te la juegas todo a una carta, que suele ser un giro final sorprendente.
En pocas palabras y por emplear una metáfora del agrado de la autora en
cuestión: “la novela te gana por puntos, el cuento por KO”.
En el cuento todos los elementos están centrados en
la consecución de un objetivo. Se produce un efecto de concentración de los
significados que difícilmente se da en la novela. Cada palabra debe ser
escogida con sumo cuidado y estar plenamente justificada, no caben los
manierismos, los giros, ni los “es decir”. Y si es posible, se recomienda
incluso prescindir de los adjetivos, valen más los sustantivos potentes que no
necesitan complementos.
El lector poco familiarizado con el género puede
pensar que es más fácil escribir cuento que novela, pero nada más lejos de la
realidad. Al menos cuando se trata de llegar a cierto nivel de calidad
literaria, el cuento es mucho más exigente en cuanto al esfuerzo que demanda al
escritor. Pero más allá de todo esto lo que realmente me interesa del género es
lo que me puede aportar como novelista. Digamos que si un taller de escritura
fuese un escenario teatral, los cuentos serían para mí diferentes ensayos
(improvisaciones en la mayoría de ocasiones).
Lo que consigo con ello es explorar de forma rápida
aunque exhaustiva un concepto (un cuento sobre la redención, por ejemplo). Y
así voy trabajando diferentes elementos que podría integrar en una novela,
dónde no se ha de subordinar todo a un único objetivo. Al menos actualmente esa
es la línea que sigo cuando hago cuentos. Me los tomo como una oportunidad de
trazar un mapa con los diferentes temas, arquetipos y obsesiones que rondan mi
cabeza y que en el futuro compondrán mi literatura.
Para acabar os dejo un ejemplo de esto último en
forma de cuento de autoficción: http://es.scribd.com/doc/133573158/Visto-Para-Sentencia
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