martes, 24 de septiembre de 2013

The Wire. El protagonista colectivo.

A día de hoy, cuando se empieza a extender el prototipo de seriéfilo, quién quiera considerarse a sí mismo como tal hay algunas series que no puede ignorar eternamente. The Wire no sólo es una de ellas, sino que de debería estar en la parte alta de la lista. Pero, atención, no es una serie apta para los No-seriéfilos ni una buena forma de iniciarse. No es un producto de fácil consumo, algo que puedas ver mientras haces la declaración de la renta, planeas las vacaciones o juegas al minecraft. Si te sientas a ver The Wire sin concentración la serie te dejará atrás y nunca volverás a atraparla.

Porque siendo sinceros, el fotorealismo puede tirar para atrás, hasta que te acostumbras y se convierte en uno de sus encantos: los trapicheos en la esquina grabados con una cámara de seguridad quedan para la posteridad. Tampoco se puede esperar mucha acción y un nivel de intriga que te mantenga pegado al asiento desde el primer minuto. The Wire es una serie lenta al principio, que se toma sus capítulos para establecer sus propias reglas. Pero una vez que te las aprendas y puedas participar en su juego te resultará mucho más emocionante que cualquier thriller policial que puedas encontrar.
Esto es necesario y gratificante una vez que el espectador comprende su propósito. En el tiempo que se toma, The Wire crea un mundo interno independiente y cerrado, en el que sus protagonistas están más vivos que en cualquier otra serie. La Baltimore que retrata tiene vida propia, vemos como nace y se expande a partir de los encuentros fugaces entre sus personajes. Desde la esquina en los barrios bajos, pasando por el sindicato del crimen que se reúne en lujosos restaurantes a plena luz del día y llegando hasta el congreso, dónde se ubica a la ciudad como parte del entramado de algo más grande: una artería de los Estados Unidos.
It's all in the game yo... All in the game.


Es un hecho que Baltimore es la auténtica protagonista de la serie. Y es curioso que podamos decir esto ante una ficción que nos regala a algunos de los personajes mejor construidos y más carismáticos de la última década: ahí quedan Avon Barxdale y Stringer Bell (¿a alguien le ha sorprendido ver a Idris Elba en Pacific Rim?), McNulty, Bunks, Lester, Omar, Bubbles, etc. Pero al final todos ellos son Baltimore, sus idas y venidas, sus evoluciones e involuciones… Son muy interesantes, pero están subordinadas a actuar como pinceles, a pintar el retrato móvil de una realidad que a veces es inmóvil: los diferentes sectores presentados fallan constantemente en adaptarse, salvo los traficantes y el mundo de “la calle”. Cada pequeña victoria de los demás sectores se ve contrarrestada al final de cada temporada por una monumental derrota de sus protagonistas, maniatados por la ley, los presupuestos y los reglamentos. Y con cada varapalo, la ciudad tiembla. 
Próximamente: Memorias de Idhun. Los males de la literatura juvenil contemporánea. En la siguiente entrada me propongo la difícil tarea de enumerar aquellos aspectos del funcionamiento de la LIJ con los que estoy descontento. Preparaos autores y editoriales: There will be blood.

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