Así decía el anuncio promocional de canal cuatro
cuando emitía las primeras temporadas de Dexter. Copio el slogan porque me
parece muy acertado en su retrato del atractivo del personaje. Además, se puede
aplicar a la gran mayoría de protagonistas de las series de los últimos años. En
la entrevista a Jorge Carrión que dejé en la entrada anterior hablaba sobre
este fenómeno: hemos pasado de buscar la identificación con el “héroe” a
preferir entablar una relación de amor/odio. Como recién graduado en psicología
esto me llama poderosamente la atención. ADVERTENCIA: a continuación pueden
haber graves spoilers y lo que es peor, psicología barata. El que avisa no es
traidor.
En primer lugar, pienso que esta fascinación por los
chicos malos viene por una cuestión
de expectativas. El encanto del arquetipo del antihéroe se basa precisamente en
quedar por encima de lo que se espera de él. Tenemos ante nosotros a un
individuo que no es nada heroico, no esperamos que se suba a un árbol a rescatar
a un gato. Sin embargo nos sorprende mostrando empatía hacia su familia o con
un retorcido pero identificable sentido de la justicia. El héroe clásico jamás
podría conseguir este efecto porque ya lo damos por sentado. Si Link arriesga
su vida para salvar a una damisela en apuros nadie se extraña. En cambio
sentimos una malsana ansia de ver morir a Trinity a manos de Dexter antes de
que dañe a su familia. No nos sorprende la perseverancia de Mario tanto como
nos conmueve ver a Dexter afligido al abandonarle Lumen.
En segundo lugar, no hay que olvidar que si las teleseries aumentan su calidad, es de esperar que el público madure con ellas. Cuando éramos niños todos queríamos ser héroes. Cuando crecimos aprendimos lo que era el dolor, el cinismo y la autoaversión. Sólo el antihéroe puede soportar esta pesada carga, por eso es el único que actúa como un espejo a través del cual amarnos y odiarnos a nosotros mismo y a él, todo al mismo tiempo. Es una evolución del espectador similar a la de nuestro sistema de valores a medida que nos hacemos mayores: nos desprendernos de la brújula moral de los padres e intentamos fabricar una propia. Por eso no podemos dejar de envidiar a los personajes de ficción que han completado esta tarea, comulguemos o no con sus valores.
Como esta no será la última vez que hable sobre este
arquetipo lo dejo aquí de momento. Después de todo, tal y como anuncié en la
entrada anterior, me toca hablar de la relación de Dexter con la novela en la
que trabajo ahora. Mi protagonista no mata serialmente y de forma ritual, sino
por trabajo. Emily es una asesina a sueldo. Antes de entrar en debates sobre si
es posible o no para un hombre escribir desde la perspectiva de una mujer,
aviso que como es mi primer intento con una protagonista femenina me he curado
en salud y narro en estilo indirecto libre (para los de la LOGSE: http://es.wikipedia.org/wiki/Estilo_indirecto_libre).
A pesar de las diferencias entre ambos personajes, es imposible para mí crearla
sin pensar en Dexter, sin convertirla en el mismo tipo de psicópata con empatía
(algo física y psicológicamente imposible fuera de la ficción).
La literatura juvenil domina muy bien el arte de
humanizar a los héroes, de volverlos vulnerables. Pero está relativamente
huérfana de auténticos antihéroes. Los autores suelen ofrecernos modelos
saludables a los que los adolescentes puedan imitar para convertirse en
ciudadanos respetables y bien integrados. Por mucho que algunos protagonistas
muchas veces sean traviesos hasta lo indecible y que transgredan las normas de
forma sistemática, en el fondo sabemos que son buenos chicos. ¿Es posible ofrecer
a los adolescentes lo mismo que Dexter le da al público adulto? ¿Se les puede
enseñar un espejo de cinismo e impulsos destructivos que no les haga sentirse
mal cuando se miren en él? Ese el objetivo de Emily, ser amada más allá de su
monstruosidad.
Próximamente: El Hobbit. Manual de la novela de
aventuras. He empezado por el final, hablando de mi intento de desviarme de los
arquetipos habituales de la literatura juvenil. Así que es lo justo que en la
siguiente entrada comente el manual del que intentaré alejarme en mi novela.
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