House
es una de las series de televisión que he seguido con más fidelidad en los
últimos años. De muy pocas he estado tan pendiente y tan al día con la emisión
de los capítulos. Llegué incluso a dedicarle un ejercicio en el Máster de
Creación Literaria que aquí os adjunto por si os interesa tener una impresión
más general de la serie.
En la crítica ya hablo bastante sobre las razones
por las que creo que la serie tuvo tanto éxito y por las que sigue gustándome.
La entrada por tanto la orientaré hacia uno de sus elementos más curiosos y su
rabiosa actualidad en la pequeña pantalla: el arquetipo del detective clásico.
House es Sherlock Holmes. No, no es “parecido” o “como si fuera”. Es Holmes,
punto pelota. Malencarado, misántropo, con problemas de adicción, capacidades
memorística y de análisis que rozan lo sobrehumano… Es él, no hay duda. El
personaje de Conan Doyle, tantas veces recreado con escaso acierto, encontró
aquí una actualización sorprendentemente buena. Probablemente la última que
vaya a tener éxito en la pequeña pantalla hasta dentro de unos cuantos años.
¿Habéis visto las series que circulan y han
circulado últimamente sobre Sherlock Holmes? Me arriesgaré a que internet me
retraté de mala manera por hacer predicciones, pero me jugaría un brazo a que
no triunfarán. Ni Sherlock de la BBC,
ni Elementary de la CBS. ¿Por qué
digo esto? Puede sonar excesivamente agorero considerando el éxito del propio
House y las recientes versiones cinematográficas, ejemplos que demuestran que
el personaje sigue siendo atractivo. Podríamos eliminar a las dos películas ya
que la gran pantalla tiene exigencias diferentes a las del formato serial. Y House se estrenó en 2004, ha llovido
desde entonces. Hoy en día las series de televisión están en una encrucijada a
la hora de enfocar la construcción del protagonista: deben elegir si lo
convierten en un hermeneuta o en un testigo.
¿Qué quiere decir esto? Un hermeneuta se puede
definir literalmente como alguien que interpreta textos. Dejemos la filología o
la crítica literaria y quedémonos con la palabra “interprete” y tenemos
entonces un rol que comparten muchos protagonistas de teleseries conocidas: la
Dra. Brennan en Bones, Stark en Shark, Olivia Dunham en Fringe, Dexter en Dexter o el propio House. Todos ellos actúan de cara al espectador
como traductores, son especialistas en ayudarnos a entender realidades
desconocidas: los huesos, los tejemanejes del sistema judicial, las
paraciencias, los patrones de sangre y el proceso diagnóstico respectivamente.
¿Y cuáles son los protagonistas que ejercen un rol
de testigo? Rick Grimes en The Walking
Dead, el Capitán Malcom en Firefly,
Jack en Lost o Walter en Breaking Bad. Ellos no nos hacen su
realidad más comprensible, están tan perdidos como nosotros. De repente se ven
en un mundo que no es el suyo y su desconcierto es el nuestro. No caminan
delante del espectador guiándole, sino que van a remolque, como él. Es un
arquetipo que se está haciendo más presente con el paso de los años (en las
teleseries de éxito al menos).
Los viejos detectives clásicos están de capa caída
cada vez más. Los intentos por presentarlos en nuevos contextos y con giros
inapropiados no están ayudando. Los nuevos Sherlock pueden ser buenos retratos
del original, pero a fin de cuentas, los retratos no pueden andar. House, que
era cojo, se movía mucho más que sus colegas de la CBS y la BBC. Tal vez sea de
los últimos de su especie, puede que el futuro le pertenezca a los aventureros
extraviados.
Próximamente: Con la soga al cuello. El cuento como
laboratorio. Comentaré brevemente un libro de cuentos que tengo en mis manos y
algunas reflexiones sobre el género a raíz de lo visto en el Máster.